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Curo Art

El artista de antes y el artista de hoy

Por Nadja Bayer

Hoy recuerdo la Edad Media, el arte religioso y sus magníficos vitrales, para reflexionar cómo se ha redefinido la práctica artística y la vida de los artistas en occidente desde esa época a nuestros días.

Sin imprenta, sin clase media, sin alfabetización, bajo un sistema feudal, la iglesia era el puente entre los que regían y quienes obedecían, disculpando lo breve de la contextualización para efectos de este paseo a la vida de los artistas. 

Sacerdotes y monjes eran también artistas. La iglesia católica y mecenas adinerados comenzaron a encargar la creación de obras de arte que representaran cuentos bíblicos y temas clásicos para las iglesias, intentando pasar complejos mensajes bíblicos a imágenes para su entendimiento, con una tendencia al anonimato del artista en una sociedad centrada en Dios y lo espiritual.

Con el aumento del comercio se extiende el uso del dinero como medio de cambio reemplazando al feudalismo y el servilismo y dando inicio al Renacimiento. Familias de religiosos, militares o navales de importantes cargos, se transforman en comerciantes internacionales, como los Sforza de Milán, Italia o los Mendoza de Castilla, España. 

Se convierten en gobernadores de ciudades y se suman a la iglesia en la demanda de encargos artísticos y artesanales. En este periodo el artista podía abrir las puertas al reconocimiento al aceptar encargos directos y formar sus propios talleres de artistas. Si bien la temática seguía siendo guiada por quienes encargaban la obra, el artista comienza a tener más protagonismo, se extiende el uso de firmar las obras con sus nombres. 


Con la llegada de la Revolución Industrial los artistas comienzan a expandir su auto expresión temática, se atreven más abiertamente a reflejar y criticar la sociedad de sus tiempos. 

Los encargos de arte se han expandido más allá de los grandes salones palaciegos, las mansiones de la burguesía y las iglesias. Encontramos más artistas fuera de la lógica del patronaje familiar, insertos en las ciudades y los barrios donde son sostenidos por dueños de cafés, bares, restaurantes y otros locales de ventas.

Finalizando el siglo XIX, Henri de Toulouse-Lautrec, pintor y cartelista francés, pese a provenir de una familia noble, realizaba encargos artísticos para ganarse la vida. Pintaba además carteles para los locales parisinos, siendo estos trabajos los que más fama mundial alcanzarían. Hoy miles de reproducciones de sus carteles son vendidos como souvenirs.

Y aunque han pasado muchos años desde finales de 1800, y en muchos sentidos ese ya no es el contexto en que vivimos, algunas cosas se sienten similares. Tener éxito en el arte no es un camino fácil.

Ya entrando al siglo XX las máquinas, el transporte y dos guerras mundiales han cambiado radicalmente el mundo en menos de 50 años. El artista se vuelve cada vez más protagónico en el cambio social y político. 

En Latinoamérica tenemos al muralista mexicano David Alfaro Siquerios, quien a sus 15 años ya despotricaba frente a su escuela en contra del método de enseñanza. Posteriormente su lucha política se vería reflejada en sus murales y su técnica influenciaría a otro gran artista, cuando en 1936 introduce a Jackson Pollock a la pintura líquida. Y es que el artista no solo refleja lo político, sino la mirada del mundo interno, la lucha por abrirse camino en la vida a través de la autoexpresión como lo hizo impactantemente Frida Khalo.


Es esa auténtica expresión, lo original en la persona del artista lo que es cada vez más importante, en algunos casos inseparable de su obra. Hacia finales de siglo los artistas son una marca. Desde Picasso y Matta en la pintura, pasando por The Beatles en la música, Lily Garafulic en la escultura (1ª directora del Museo Nacional de Bellas Artes de Chile), la lista se dispara junto a la explosión demográfica.

Y aunque a estas alturas todo lo anterior suene como pasado difuso, nuestro presente se desarrolla en un mundo donde acentuado por la pandemia, el uso de tecnologías para mercados, plataformas y comunicación digitales entre otros, se expandió exponencialmente junto a su perfeccionamiento. 

Hoy los artistas comparten incluso su proceso creativo y este también parece tiene un valor de mercado. Podemos observarlo a través de la publicación de una obra diaria  (“Everyday”) de artistas como Jonathan Mann, que postea una canción al día o Mike Winkelmann más conocido como Beeple, quien a la publicación de este texto llevará más de 5900 días publicando 1 trabajo al día y cuya obra digital con certificado NFT fue subastada en Christie’s el 2021, alcanzando un precio final de US$ 69.346.250 pagados al artista en criptomoneda, el 2021.

Los artistas se han desarrollado junto a la tecnología cambiando temáticas, puntos de vista, cultura, visión de la sociedad, al mismo tiempo que la materialidad, la calidad y la frecuencia de producción de sus obras.

En el tránsito del tiempo, el oficio y campo de influencia del artista pareciera solo expandirse, así como el diálogo entre su público y su propia obra.

Hoy las temáticas y el imaginario de los artistas parecen no tener fronteras. Siguen llevándolo a lugares de asombro, aun en nuestro mundo tan lleno de información.

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